domingo, 26 de julio de 2009

José Evaristo Uriburu. Su personalidad.




En oportunidad de escribir una genealogia sobre la familia Uriburu, en el año 1943, el reputado historiador y erudito en Ciencias Genealógicas don Fermín V. Arenas Luque, pidió al Embajador Doctor Daniel García-Mansilla, le escribiera unas palabras que evocaran la personalidad del Presidente Don José Evaristo Uriburu. El diplomático le contestó con una carta que prologó el libro en cuestión.

Buenos Aires, Mayo de 1943.

Estimado Señor Arenas Luque:

Me pide Ud. una semblanza, una breve reseña evocadora de la personalidad del Presidente Don José Evaristo Uriburu, excelso patriota ecuánime y austero, figura señorial y para mí, jefe seguro y amigo perfecto hasta la muerte. Créamelo, este estrechado escorzo, que debiera ser de corte lapidario y depurado como un epitafio, me significa, por lo imperfecto, una tortura para la mente y para el corazón.

Fui Secretario de la Legación Argentina en Chile al lado del Dr. Uriburu, durante la Revolución contra el Presidente Balmaceda en 1891. La palabra secretario, por definición, indica a aquel que conoce los secretos, que sorprende en la intimidad la eclosión de las ideas y que presencia tempestades y bonanzas. Si pretende hacer historia deberá ser retratista fiel y honesto. ¿Como condensar entonces tema tan conspicuo en tan menguada síntesis, sin pecar de injusto o de incompleto?

Esa figura paradigma de caballerosidad, que aureola su apellido, requeriría todo un volúmen, con páginas sahumadas de emoción y poesía, un estudio concienzudo y el tiempo para intentar genuinas precisiones.

Lo que de Don José Evaristo Uriburu he conocido, es clave de una vida entera y me autoriza a deducir como hubiera procedido el hombre en cualquier eventualidad.

Le diré, pues, escuetamente:

Si ante el más augusto de los Tribunales, el de Dios, tuviera que promulgar en conciencia un juicio concreto, emitir un veredicto sobre su persona, diría que, fuera de la venerada figura de mi padre, no he hallado hombre tan austero y a la par tan honesto; horro de prejuicios, de tipo senequiano. En un cuerpo más bien frágil, cobijaba un alma fuerte de hidalgo recio, que seguía la vida como un camino prócer, continuando una larga cadena de su gente en el ejercicio a la vez militar y religioso de las antiguas virtudes españolas; era además sencillísimo y bueno, a la manera del Cid tal como lo describen los historiadores. Parecía algo así como una réplica surgida en nuestro triste siglo descreido, avariento y motorizado, cuyo enorme fracaso, como el de toda su decivilización, está a la vista. Aquel hombre fué una luz en las tinieblas, todo un ejemplo, y un consuelo que da anchura al pecho.

Suyo, atentamente.

Daniel García-Mansilla

Fuente: Fermín V. Arenas Luque. URIBURU. Genealogía. Buenos Aires 1943.

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